Sucesos de los años 30
Según anotaciones que hemos podido encontrar de nuestro paisano Antonio García Gallego en el libro El hombre del Saco, se necesitaría gastar mucha tinta para escribir un poco de una historia salpicada de manchas negras en la década de los años 30 del siglo XX, donde tras la proclamación de la II República el 14 de Abril de 1931, El Arahal fue uno de los pueblos más injustamente castigados por los bandos enfrentados de la Baja Andalucía, cometiéndose tropelías tanto por la parte republicana como por la parte mal llamada nacional. El advenimiento de la II República en 1931 cogió por sorpresa a nuestra localidad, con una tasa de analfabetismo en la clase obrera de un 80%, y además sin trabajo. Unos cuantos apellidos altisonantes eran los únicos que tenían eco en el pueblo. Lo demás eran simplemente una masa harapienta que pasaba sus ratos de hambre viendo cómo los ricos cortijeros se divertían. Los señores latifundistas, que sólo se ocupaban de gastar el dinero sudado por los trabajadores, no tenían interés alguno en elevar el nivel económico y cultural del pueblo, pagando después sus consecuencias.
En este ambiente de tensión, desigualdad e injusticia, nació la República en El Arahal, y en parecidas circunstancias en toda Andalucía. Pero la República, como todos los seres recién nacidos, no venía formada. Había que ayudarle a crecer y sobre todo, respetarla. Los cinco años de su vida fueron en El Arahal un tira y afloja que consiguió que nadie estuviera contento. La juventud obrera, sin cultura ni trabajo, pasaba su tiempo cantando canciones a la libertad, los que trabajaban ganaban un sueldo más elevado que durante la Monarquía y esto unido a la reducción de trabajo y sin salario base, la venganza no se hizo esperar. Con el amasijo de odio y enfrentamiento entre patronos y obreros, llegó a El Arahal el 18 de Julio de 1936, el salto al muelle que tensaba la cuerda homicida donde los hombres que administraban el pueblo se vieron desbordados por el populacho, un enemigo irreconciliable que hacía oídos sordos a las llamadas de auxilio que recibían desde Sevilla para ayudar a sus compañeros a detener la sublevación del general Queipo de Llano.
Entonces, mientras unos se dedicaban al pillaje, otros iban llenando la cárcel de personal de derechas. Entre estas personas de derechas, había muchos explotadores, pero otros no tenían ni edad para hacerle daño a nadie, pero ellos pensaron que no se exterminaba al lobo si se dejaban los cachorros. Los curas de aquellos tiempos eran patrimonio exclusivo de la clase rica, donde la clase pobre los odiaba porque siempre los habían visto visitar las casas ricas, mientras mantenían un gran distanciamiento respecto a la clase pobre. Con culpa o sin ella fueron llevados a la cárcel, mientras un grupo de fanáticos se dedicó a la quema de iglesias e imágenes. Los días 21 y 22 de Julio de 1936, fueron los días más trágicos de toda la historia de este pueblo donde un grupo de personas se dedicaron al saqueo y al fuego incontroladamente recorriendo las calles del municipio provista de hoces y hachas, dispuesta a terminar con todo lo que encontrara a su paso. La cárcel que se encontraba llena de presos situada en dependencias del Ayuntamiento, fue un alma caritativa la que abrió la puerta de la cárcel para decirles a los presos que podían irse a sus casas, muchos de ellos salieron y salvaron su vida.
Siempre se ha dicho que la confianza mató al hombre, pero aquí pasó al revés, los mató la desconfianza. Estos hombres vieron una posible trampa que les llevaría a morir en la calle y se negaron a salir, pero no fue así, la libertad que le ofrecieron era sincera y pudiéndose haberse salvado decidiendo la fatalidad a lo contrario. El mismo día 22 de Julio de 1936, una mano criminal roció con gasolina a los 22 confinados que no quisieron salir de la cárcel donde se les prendió fuego quedando achicharrados como antiguos herejes salvándose milagrosamente el párroco D. Antonio Ramos. Ese mismo día entraron en la localidad las fuerzas salvadoras del comandante Castejón, las cuales venían ya entrenadas del pueblo anterior encontrándose con el horrible cuadro de la cárcel. Cuando pasaron unos días varios centenares de personas que se habían quedado en sus casas, por ser simples espectadores del drama, fueron llevados a la plaza principal del pueblo y exterminados a tiros, hasta volverse de color rojo el albero de la plaza.
El grupo militar traído de África fue mandado por sus jefes españoles a que sacaran de sus casas a los hombres que encontrasen en ellas y los condujeran al sindicato obrero. Una vez que estos hombres inocentes fueron puestos en fila en la puerta del sindicato, iban pasando al patio del local donde por una ventana, un teniente patriota iba ametrallándolos hasta que el patio rebosó de cadáveres. El día 24 de Julio de 1936, el pueblo ya estaba tan apaciguado que las fuerzas pudieron seguir sus liberaciones, en un clima de llanto y dolor que recorrían las calles. Con estas palabras que hoy escribo aquí invito a las generaciones presentes y futuras que se detengan a reflexionar sobre los sucesos que se produjeron en la década de los años 30 contabilizándose un amplio de número de muertes, donde entre todos podemos convivir como sociedad, creyentes o ateos, porque no hacen falta golpes de pecho sino corazón y respeto mutuo para lograr una sociedad más justa en la que todos podamos vivir de forma sosegada y tranquila.