La Emblemática "La Palmera"
En el Siglo XX unos de los motores más importantes de la economía de Arahal, fue la fábrica conocida como "La Palmera", la cual tuvo una nutrida nómina de trabajadores en su almacén, especializados en toda clase de trabajos, llegando ascender la cifra de trabajadores/as a más de 600, en ocasiones.
La fábrica fue fundada por D. Eutimio de la Serna y D. Ricardo Luque Luna en 1915,como sucursal de otro establecimiento en el vecino pueblo de Utrera, donde residía la casa central. La sociedad se llamaba Agro Aceitunera S. A. La empresa tenía también una sucursal en Sevilla. La de Arahal estaba situada en un gran espacio, a las afueras, hoy convertido en urbanizaciones de viviendas y conocido como el Arrabal del Lobo (popularmente los "Molinos de Lobo").
En sus inicios, fue una empresa pionera en el proceso de aderezar e industrializar la aceituna de verdeo para su comercialización en España y en el extranjero, especialmente los E.E.UU. Casi todo el trabajo de la fábrica estaba en manos de las mujeres de Arahal: la selección, el deshueso, el relleno… Antes y después de la guerra civil, muchas generaciones de mujeres manufacturaron aceitunas en deshuesadoras manuales. La fábrica siguió su curso a lo largo del siglo pasado. A D. Eutimio de la Serna le sucedieron sus hijos D. Francisco y D. Jesús de la Serna Luque. Pero con el avance del siglo comenzó a languidecer, hasta que fue desmantelada y en su extensa superficie se construyó una urbanización, de la antigua construcción tan sólo ha quedado su portada y de la maquinaria tan sólo el molino de agua.
En la revista de El Magisterio Español apareció en febrero de 1929 un artículo titulado Visita a una fábrica de aceitunas. En él, una maestra de Arahal, Dolores Calvo, escribía sobre la visita realizada con un grupo de niñas a la fábrica La Palmera. La redacción que reproduce el artículo es la siguiente:
“Ayer, día 7 de febrero, fuimos todo el Colegio a ver la fábrica de aceitunas denominada “La Palmera”, establecida en la ciudad de Arahal, para admirar las operaciones que con ellas se hacen. Primeramente, según nos explicó el señor encargado, que se mostró muy amable, cuando vienen del campo, principian por lavarse para quitarles la tierra que hayan recogido. Después las echan en grandes depósitos de cemento, para cocerlas; después, las meten en grandes bocoyes llenos de salmuera, donde quedan hasta la preparación total. La primera operación que hacen por la mañana es “reguerín”, que consiste en echar salmuera a los bocoyes para que no se resequen las aceitunas. Después las llevan al taller, conforme van haciendo falta. En el taller las zarandean para separar las menudas y los huesos, y pasan a las mesas del escogido. Allí tienen seis clasificaciones, que son: aceitunas que entran en kilogramo de 180 á 200, de 200 á 220, de 240 á 260, de 280 á 300, de 300 á 320 y de 340 á 360. Después de clasificadas, pasan a otra mesa en que quitan las picadas y las que tienen rasguños, quedando solamente las buenas, llamadas de primera clase. De allí pasan a las máquinas, que les quitan el hueso. Hay dos clases de máquinas: Unas cuantas antiguas y una moderna. La moderna tiene una tolva con seis caños, que dan paso a las aceitunas, y es muy cómoda. En las otras mesas hay un capacho con las aceitunas, y hay que cogerlas con un platillo. Después pasan al relleno, que consiste en meter pimiento morrón en el sitio del hueso. Las envasan en barriles y se exportan al extranjero, generalmente a América".
El señor encargado nos obsequió con aceitunas de dos clases, antes de quitarles el hueso y rellenas, cosa que le agradecemos mucho. Margarita Rodríguez. Es de destacar el gran esfuerzo que realizaron los hombres y las mujeres de Arahal que trabajaron en esta fábrica, con pocos medios. Sirvan estas líneas como homenaje a ellas, que además eran amas de casa y madres de familias.