Santa María Magdalena

La noticia de mayor antigüedad sobre Santa María Magdalena se remonta a una carta de 20 de mayo de 1342, «…del rey sobre la tercera parte de los diezmos del término de Morón y el Arahal y Cote…», aunque la noticia documental directa más antigua es de 1501, año en el que se la cita textualmente en la redacción de un acuerdo entre ciudades. Por otro lado, se vuelve a mencionar en el año 1530 la iglesia en una provisión de don Pedro Girón y Velasco, «…donando una cantidad de granos para pósito, los cuales se venderían todos los años para volver a comprar, quedando la diferencia para gastos de fábrica de dicha iglesia…». Nuevamente tenemos noticias, referentes a la concordia entre el Cabildo de la Catedral de Sevilla y don Juan Téllez de Girón, sobre los diezmos entre Osuna y Arahal. En el último tercio de siglo, se cita en el año 1583 la construcción o advocación de una capilla a San Blas en el altar mayor. Por último, a finales, en el año 1599, se le pagan 87.820 maravedíes a Juan de Oviedo, escultor, vecino de Sevilla, por el coro nuevo para la iglesia de Santa María Magdalena de Arahal.

En el primer tercio de siglo XVII, la Cofradía de las Ánimas del Purgatorio mantiene un pleito en el año 1610 contra algunos vecinos de la villa que pretenden instituir otra cofradía de la misma advocación. Tres años después, vuelve aparecer la iglesia de Santa María Magdalena, en un proceso de la Cofradía del Dulcísimo Nombre de Jesús contra los curas de la iglesia, «…quienes reclaman el pago de ciertos derechos por su asistencia y la de los sacristanes en las procesiones del Viernes Santo y mañana de Resurrección…». A lo largo de este siglo, aparecen numerosas reformas del templo, debido a que, en el año 1604, el vicario general, don Jerónimo de Mendoza, informó al cardenal, «…y la Iglesia Parroquial de Santa María Magdalena de tres naves, está muy vieja con gran necesidad de reparo…».

El templo de traza mudéjar, construido en el siglo XIV, debido a su pésimo estado de conservación generaba continuos problemas. Esta situación se venía padeciendo desde mediados del siglo XVIII, en que ya se pensó en reconstruirla, viéndose afectada casi en su totalidad por el terremoto de Lisboa en 1755. «…Hacia las diez de la mañana del primer día de noviembre de 1755, la tierra tembló en un punto del Océano Atlántico frente al cabo de San Vicente, cuya intensidad la clasifican los expertos con una magnitud de entre 7,3 y 8,5 grados en la escala de Richter, con epicentro en las aguas cercanas a la capital lusitana, agravando la devastación producida por el mismo, un par de olas gigantes…». Este fenómeno geológico tuvo una trascendencia esencial en el desarrollo histórico de las cofradías de Arahal, ya que la afectación de la fábrica de la parroquia de Santa María Magdalena obligó a las Hermandades allí radicadas a desalojar sus capillas y trasladarse a refugios provisionales; hecho que, con el tiempo, incidió notablemente, en el desenvolvimiento de aquellas.

Sin embargo, no fue hasta 1785 que se decidió derribar la iglesia y construir la actual, siendo trasladados todos los servicios a la iglesia hospital de la Misericordia: «…La iglesia está sirviendo de parroquia a causa de estar haciéndose obra en la Iglesia parroquial y que por la estrechez de la misma es imposible celebrar los oficios por hacerlos en primer lugar la parroquia e igualmente imposible se saque en procesión la reliquia del Stmo. Cristo aún cuando cesen las continuadas lluvias...». El actual templo fue financiado por el IX Duque de Osuna, don Pedro Téllez de Girón, su trazado se debe a don Julián Barcenilla y su hechura, al arquitecto académico don Lucas Cintora, interviniendo también en el control de las obras don Fernando Rosales.

Cuando concluyeron las obras, en el año 1800, cuando la Casa de Ureña disfrutaba de gran privilegio tras su financiación, en lugar bien visible y de honor, en la capilla mayor del templo, a uno y otro lado del altar, fueron fijadas sendas cartelas, una con las armas de la dinastía y otra con la siguiente leyenda: «OPTIMI PROCERUM GRATUS RECORDARE. SIENDO SUMUS PONTIFICE EL SR. PÍO VII Y REY DE ESPAÑA EL SR. DN. CARLOS IV, LA MUNIFICENCIA Y PIEDAD DEL EXCMO. SR. D. PEDRO DE ALCANTARA, TELLEZ GIRON, IX DUQUE DE OSUNA, XIII CONDE DE UREÑA, VIII MARQUES DE PEÑAFIEL, HABIENDO DEMOLIDO EL ANTIGUO QUE AMENAZARA RUINA, A SUS EXPENSAS SACO DE CIMIENTOS ESTE MAGNIFICO TEMPLO, CUYA REEDIFICACIÓN PRINCIPIO AÑO DE MDCCLXXXV Y SE CONCLUYO EL DE MDCCC».

Este nuevo templo se convertiría en uno de los templos más grandiosos de la provincia, de estilo neoclásico, del que le restan su torre y su sagrario barrocos. El diseño del edificio responde a la adaptación que Cintora hace del proyecto del templo ideal con el que en 1776 ingresó en la Academia de San Carlos de Valencia, perceptible sobre todo en la fachada principal, influenciado por el estilo de las iglesias venecianas manieristas, especialmente la del Redentor de Andrea Palladio, clave para la arquitectura del Neoclasicismo. Respetando la torre y el sagrario, diseña una iglesia de planta muy alargada, con tres naves, ampliando el crucero, el presbiterio y el coro detrás de este. La monumentaliza dándole gran altura a sus muros, cerrando la nave central con bóvedas vaídas, cubriendo el crucero con cúpula y colocando potentes entablamentos de frisos, decorando las metopas con el emblema de la Parroquia, que es el ungüentario de la Magdalena. Acentúa todavía más su grandiosidad al prolongar la nave central tras el ábside con el coro situado en la cabecera del templo, efecto logrado por la exedra abierta que comunica el presbiterio con el coro. Los enormes óculos circulares en los laterales del crucero y sobre el altar mayor recuerdan la arquitectura francesa clasicista.

En resumen, podemos, tras los datos mostrados, afirmar la complejidad histórica de la manzana que forma la iglesia de la Magdalena. Un espacio, situado en el origen de la villa, que ha sufrido un intenso proceso de reforma, esencialmente con la reconstrucción de la iglesia que modificó la situación anterior y alineó con el muro del Evangelio la calle Marchena. Frente a la iglesia se formó una plazuela desarticulada que probablemente, en sus orígenes, tuviera alguna relación o estuviese integrada en la actual plaza de Virgen de las Angustias (antigua plaza del párroco Antonio Ramos). Sobre esta unidad espacial o al menos vinculación funcional, traemos a colación la cita que en un protocolo de 1652 se hace de la calle Mercadillo de la Iglesia, cita esta que se confirma en 1778 con una nueva referencia a una casa «en la calle Veracruz que lindan con tras de la Heredad de Antonio Ramirez Cartaxena y han cantillo al Mercadillo de la Iglesia». Al parecer este mercadillo se encontraba en la prolongación de la calle Veracruz, la cual finalizaría en la actual plaza de Virgen de las Angustias.

Además, mencionar como el elemento más interesante de este espacio el cementerio. Este ya debía de existir anteriormente, desconociéndose el momento de su origen, pero en 1765 hay intención de ampliarlo y hacer un nuevo osario, lo cual nos permite obtener algunas referencias sobre su ubicación y existencia. Ante esta necesidad expresada se decide permutar con don Marco de Lara, clérigo de menores, «…una casa pequeña arrimada a dicha parroquial…». La visita de los peritos para reconocer la parcela los convence de que con esa casa seleccionada «…no quedara el camposanto y osario con la extension que se nezesite…» y que sería conveniente adquirir otra, paredaña a esta, y propiedad de don Francisco Cardoso, campanero de la parroquial, el cual acepta la permuta por otra «…casa pequeña que esta enfrente de la torre de dha. parroquial y es propia de Dn. Diego Galindo…». Esta casa, la de don Francisco Cardoso, que es la que se elige debido a que era en su mayor parte solar, se encontraba en la calle Pozo Dulce, era paredaña con casas de don Joseph Ramos y don Francisco de Lara «…y por los apartados o corral con el Osario e Iglesia Parroquial…».

Textos extraídos: GARCÍA AMADOR, Manuel Jesús. Arte y Fe. Compendio General de la Arquitectura Religiosa de Arahal. Ediciones Pangea. Febrero, 2023. Págs. 22 - 89.

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