CERVANTES: La actual calle Cervantes que conocemos hoy día tiene una larga historia a sus espaldas ya que hasta la segunda mitad del Siglo XVII se rotulaba con el nombre de calle Portillo. En el año 1865 la calle Portillo experimentó una notable mejora con una dotación de infraestructuras para las corrientes higienistas, siendo dotadas de pavimentaciones, de calzadas y acerados. Más tarde en la calle Portillo se establecieron en ella algunos industriales del calzado, denominándose desde entonces la calle “Zapateros”, siguiendo la tradición gremial que se imponía a las calles por esa época debido a las actividades profesionales que se desarrollaban por aquel entonces. Posteriormente la calle “Zapateros” pasó a rotularse con el glorioso nombre de “Cervantes”, con motivo del último centenario celebrado en su honor en España. Desde el interior del Conjunto Histórico la calle adquiere una gran singularidad por su contribución a fijar un gran número de imágenes significativas, donde en la actualidad luce como una calle peatonal.

CONSOLACIÓN: En principio, y dada la ausencia de noticias históricas anteriores a la reconquista de Sevilla y a la falta de hallazgos arqueológicos de relevancia en el lugar que hoy ocupa el núcleo urbano de Arahal, no parece probable que existan sustratos urbanos inferiores de la ciudad. El nomenclátor de dicha calle hace referencia al recuerdo del antiguo hospital, de igual nombre, que dedicó su asistencia a las mujeres sin recursos, que existió hasta las postrimerías del Siglo XVII.

CRUZ DE LA CAVA: La denominación de dicha calle, nos trae a la mente esta calle el Humilladero o Cruz de la cava (Cueva) a la que solía hacer Estación de penitencia en pasados siglos la cofradía del Cristo de la Misericordia, unas veces para implorar las lluvias en las sequías y otras para perpetrar del Cielo el fin de las calamidades públicas. Acerca de esta Cruz de la Cava, de donde toma su nombre la calle Cruz, por hallarse enclavada frente a ella, cuando aún no existía el Barriete, se cuentan diversas leyendas. Afirma una de ellas, que su erección obedece a unos enterramientos llevados a cabo en una cueva que existió en aquel lugar con motivo de la epidemia de cólera que asoló al pueblo en 1836. Otra versión recoge una dramática conseja, largos años narrada al amor de los crepitentes leños, y que habla de una moza de singular donaire, hija de un corregidor de la Villa, que fue muerta por su amante al pie de aquella cueva, donde solían entrevistarse las noches sin luna. Como todas las cruces que vierten el misterio de su soledad al borde los caminos, a esta Cruz de la Cava, que tiende sus brazos de piedra sobre los campos de Bacialjófar, no podía faltarle también su leyenda, esa leyenda forjada eternamente por la superstición rural tan amante de todo lo tenebroso. La Cruz de la Cava, como queda sentado, sólo evoca a uno de esos Humilladeros de penitencia que se alzaba a la entrada de los pueblos, hito que tuvo Arahal durante varias centurias, y ante la cual tantas y tantas generaciones de arahelenses fueron a postergarse en demanda de la divina clemencia.

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